Santo Domingo, R.D.- Sicofante es una palabra extraña, regularmente empleada en la literatura de alto nivel. Sin embargo, en estos tiempos políticamente tumultuosos y populistas, la palabra en forma de sinónimo ha pasado al plano folclórico y común. Aunque parezca raro, lo más probable es que usted conozca varios sicofantes o que hayas usado uno de esos sinónimos en su vocabulario cotidiano.
Sicofante se deriva de las palabras sykon («higo») y phanein («revelar»). Así, la traducción literal sería «revelador de higos». Pero, ¿cómo se convirtieron los reveladores de higos en personas odiadas? Se dice que, en aquellos tiempos, muchos agricultores griegos pagaban un impuesto muy alto sobre los higos que vendían, por lo que algunos agricultores escondían su mercancía para evitar pagar el impuesto. Sin embargo, algunos ciudadanos alzaron sus voces, lo que llevó a muchos a un castigo financiero y coloco a los recaudadores de impuestos sobre los higos en buenos términos con las autoridades locales. Los granjeros consideraban que los reveladores de higos eran más que todo unos imbéciles al servicio de la policía y sin ningún interés real en hacer lo correcto.
Con el tiempo, los reveladores (sicofantes) lograron crear un estrecho vínculo con el gobierno, convirtiéndose en ciudadanos privados demasiado contendientes, pleiteros y litigantes, contratados para procesar a los contrabandistas de higos y escritores. Su deseos o propósitos eran meramente monetarios y el placer de mantener la buena voluntad de los funcionarios gubernamentales. De ahí que, rápidamente se ganaron una mala reputación en toda Grecia. Su poder se limitó al introducir algunos estatutos en los tribunales.
El término sicofante denomina a un individuo despreciable, que busca obtener una posición o estatus personal mediante adulación hacia otras personas que generalmente ostentan ya de ciertas influencias políticas, religiosas, económicas o un estatus social. En palabras cotidianas el sicofante es un chaquetero, cobista, servil, adulador o lisonjero. En términos del populacho un lame botas, tumba polvo o sopla pote. El dramaturgo griego Aristófanes satirizó a los aduladores en la comedia griega Los Pájaros que ganó el segundo premio en las Grandes Dionisias del año 414 a. C. y donde muestra al personaje Calias, un pródigo, que derrochó su herencia pagando a sicofantes y mujeres del bajo mundo. Los sicofantes son hipócritas por naturaleza, muchos los consideran compañeros muy agradables y buenos, sin darse cuenta que usan la mentira y la intriga como instrumento de ascenso. Regularmente son malos trabajadores e improductivos y emplean su labia para hacerse perdonar sus faltas y mediocridades.
A Principios del siglo XVI se adoptó la palabra latina sycophanta y su definición para entonces era: «Informador, chismoso y calumniador». En nuestros tiempos, el sicofante o adulador no tiene tanto peso como en la antigüedad griega, pero su proliferación hormiguea y se reproduce como la verdolaga, relacionándose a toda plenitud con la política a escala local (New York), nacional (Republica Dominicana) y por supuesto a nivel internacional.
La relación entre el sicofante y el borrego es muy estrecha, siempre andan de la mano, los vemos a diario justo enfrente, al lado y detrás de nosotros, en la televisión y en la radio. Cito el siguiente ejemplo: “Ha estimulado un optimismo en este país que está estableciendo récords”, le dijo el vicepresidente Mike Pence al presidente Donald Trump en momentos de precariedades; sin dudas puedo decir que el señor Pence no es un borrego, Pence es uno de los contendientes principales en la aspiración presidencial de los Estados Unidos de América por el Partido Republicano gracias a Trump. No es de extrañar que los críticos escuchemos estos y otros elogios como la forma más pura adulación insincera otorgada por un sicofante, borrego o “si, hombre”.
A través de la historia reyes, emperadores, Zares, presidentes, cancilleres, dictadores, conquistadores, militares, etcétera, etcétera, etcétera, se codearon con artistas de la adulación a diestra y siniestra. En la Republica Dominicana el tirano Rafael Leónidas Trujillo fue adulado con devoción y, hoy día, vemos a su nieto rodeado también por sicofantes. El Dr. Joaquín Balaguer se paseaba por el mirador del sur con un sequito de adulones y lisonjeros, el ex presidente Hipólito Mejía recibía aplausos y risas después de esbozar sandeces y al cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez le besaban como a Jesús.
A juzgar por el contexto de su uso moderno, el sicofante sigue siendo una figura despreciable, justo es para el que enfrenta las amenazas de esta peligrosa, cómica y ridícula figura, ensenarle el anillo apotropaico de protección. Lamentablemente la naturaleza humana es difícil de comprender y aun teniendo comezón de oídos, los que ostentan poder acumularán para sí seguidores conforme a sus propios deseos, mientras la tendencia prolífera del sicofante continuará.
Cierro este pequeño ensayo con esta cita de Francisco de Quevedo: «La adulación, bajeza del que adula; engaño del adulado y aun bajeza de los dos; porque su bajeza muestra el que gusta de su adulación, que no se fía en el valor de sus méritos.»