Santo Domingo, R.D.- Justamente dos años después que un grupo de hombres fuertemente armados asaltaron la casa del presidente Jovenel Moïse de Haití, lo mataron e hirieron a su esposa, la primera dama. Todavía hay mucho que no sabemos, pero, aunque probablemente existen grupos contratistas del grupo Wagner en Colombia y probablemente en Venezuela, el Departamento de Justicia de EE. UU. ha dicho que el complot para expulsarlo se fraguó en Florida. En la capital haitiana, los secuestros se han vuelto comunes y los grupos armados están sembrando el terror, especialmente en las comunidades marginadas. Casi la mitad de la población se enfrenta a una grave inseguridad alimentaria, no hay refugio, ni comida, ni medicinas, ni trabajo. En Haití solo hay caos, un país que está en caída libre.
Con razón y con mucha alegría el pueblo haitiano ha recibido la noticia que Estados Unidos de Norteamérica apoyará con recursos la fuerza multinacional militar lidereada por Kenia y que posiblemente seria enviada a Haití para combatir las bandas y grupos criminales, brindar entrenamientos militares, formación de un nuevo ejército nacional; además y por supuesto, la tan esperada ayuda alimentaria, sanitaria y económica. Después del pedido del primer ministro haitiano Ariel Henry y de rechazos de varias potencias para dirigir estas operaciones, el estado keniano expreso su disposición de liderear la misión con la futura anuencia y aprobación del Consejo de Seguridad de Las Naciones Unidas.
En su alocución diaria, el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, dejo saber con cierta ambigüedad los detalles de cómo y cuales recursos serían utilizados. Indudablemente el Estado dominicano ha recibido esta información con mucha incertidumbre y preocupación, y no es para menos. A principio de este año, la subsecretaria de Estado de los Estados Unidos, Wendy Sherman, acompañada por el subsecretario adjunto para asuntos del hemisferio occidental, Ricardo Zúñiga, y el director adjunto del consejo nacional de seguridad, Michel Pyle, visitaron la Republica Dominicana. La visita se produjo después de filtraciones de documentos secretos en las redes sociales y de conocerse que el grupo paramilitar Wagner ha estado reclutando un gran número personal especialmente en áfrica para ser entrenados y enviados a combatir. El grupo Wagner opera más allá de la ley en Rusia, donde los contratistas militares privados están oficialmente prohibidos, pero que en varios países africanos abundan. Kenia no es la excepción.
Las fuerzas armadas kenianas son relativamente pequeñas, solo han sido convocadas en conflictos internos y poseen una capacidad limitada para ejercer influencia militar fuera de sus fronteras. Su valor de combate en el campo no ha sido probado desde su independencia, es indudable que tras bastidores esta nación recibiría un empuje logístico de gran alcance, especialmente en términos militares y económicos. La preocupación es que la corrupción entre los militares y la posibilidad que contratistas kenianos soliciten los servicios del Grupo Wagner, que han intervenido en los asuntos de varios países del viejo continente, brindando apoyo militar directo y servicios de seguridad es real. Una compleja red de empresas y grupos mercenarios estrechamente relacionadas al ámbito militar y de inteligencia facilitarían la no intervención directa expresada por los países lideres, pero, garantizando la encomienda, la misión a cambio de grandes recursos económicos. La salida del grupo Wagner del territorio ucraniano y la demostración de su líder Yevgeni Prigozhin al desafiar líder ruso Vladimir Putin, ha abierto la posibilidad de la contratación de sus servicios. Al momento el grupo Wagner y sus militantes se encuentran ociosas, con ganas de producir mucho más dinero, con menos riesgos de morir en combate para sus tropas y con muchas más ventajas en sus contratos.
El relato documentado en la filtración de documentos secretos que revelan las actividades del grupo Wagner fue de gran preocupación para el gobierno de los Estados Unidos y otros países del área, incluido la Republica Dominicana. El supuesto interés del Grupo Wagner en Haití, las informaciones que los documentos filtrados muestran, es para levantar una bandera roja. Se sabe que, a finales de febrero, los representantes de Wagner Group tenían planes de “viajar discretamente a Haití para evaluar el potencial de los contratos con el gobierno haitiano para luchar contra las pandillas locales” y posibles reclutamientos de prisioneros y pandilleros a fin de que sean entrenados militarmente y después ser enviados al frente de batalla. El público estaría vedado de sobre los costos financieros y los detalles de las intervenciones de una posible contratación.
Las luchas libradas por las bandas armadas en Puerto Príncipe y pueblos aledaños, que han causado ya la muerte de centenares de sus ciudadanos y el desplazamiento de miles de la zona capitalina. Recientemente una enfermera estadounidense fue secuestrada junto a su hijo y recordamos que unos diecisietes ciudadanos norteamericanos y canadienses fueron secuestrados cuando visitaron a Haití en una misión humanitaria. La Embajada de Estados Unidos en Haití ha pedido a todos los estadounidenses que abandonen el país cuanto antes.
Los procesos acaecidos durante los últimos meses en Haití y la posibilidad que el consejo de seguridad de las Naciones Unidas apruebe la misión “comandada” por Kenia, debe enviar una alerta roja al Estado dominicano para que se involucre seriamente en estos asuntos que indirectamente afectarán a la población fronteriza y al país en general. Antes de la intervención, la República Dominicana necesitaría recursos económicos y militares para proveer seguridad tanto a los ciudadanos haitianos que emprenderán la huida, como también a los que tranquilamente residen en la parte oriental de la isla. La contratación de mercenarios para combatir los grupos de facinerosos haitianos es una posibilidad latente que podría desembocar en inesperados e impensables emplazamientos económicos, sanitarios, políticos y militares; por tanto, el Estado norteamericano, la fuerza multinacional y el Estado dominicano deben trabajar juntos para garantizar la protección fronteriza y la de todos sus ciudadanos de cualquier amenaza.
En definitiva, más allá de las diferencias y la complejidad del problema de esta nación, en lo inmediato tres metas para la estabilización de Haití son necesarias: Ariel Henry a su debido tiempo debe ceder el poder por su inconstitucionalidad e ilegitimidad de su cargo por tan largo periodo; Con la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas es necesario una intervención militar y una participación responsable de las organizaciones internacionales para la ayuda; Y por último, una solución por y para todos los ciudadanos haitianos para que en el país retome el Estado de Derecho. El tiempo de tomas de decisiones drásticas ha llegado, definitivamente es ahora o nunca.